Igual que los cerdos de monte y los venados, los tapires tienen también su rey. Una vez dos indios fueron a cazar al bosque, llevando cada uno su arco y sus flechas. Se encontraron con un tapir blanco y trataron de matarlo, pero no tuvieron éxito. Ambos echaron a correr detrás del animal, pero perdieron sus huellas, y uno de los indios desapareció sin que se supiera cómo. El otro lo buscó por todas partes pero no lo encontró. Entonces volvió a su casa y preguntó por su compañero, y como no había regresado, todos pensaron que había caído en una trampa y había perdido la vida.
Pero el desaparecido corrió y corrió detrás del tapir hasta que lo perdió de vista; entonces se paró para descansar. Pronto sus oídos percibieron el canto de un gallo. Creyendo que se encontraba cerca de alguna casa, se acercó para ver y se encontró con un palenque muy grande. Entró en el palenque y se halló en la presencia de un hombre de fornida apariencia. "Heme aquí, ¿quién eres tú?" dijo el indio. Y el otro contestó: "¿A qué has venido?" Entonces el indio cazador le contó cómo había apuntado a un tapir y cómo lo había perdido. En respuesta el hombre del palenque le habló en estos términos: "¿Por qué haces un juego de cacería? Cuando dispares hazlo para matar, de manera que la pobre bestia no caiga herida para ser comida por los gusanos".
"Sin embargo, veo que estás cansado; pasa y siéntate". Le trajo la chicha y le dio de comer carne del tapir al que el cazador había disparado sin alcanzarlo, pero que el dueño de la casa había matado.
Y después que hubo descansado, bebido y comido, el cazador dijo que ya había hecho una visita bastante larga. El anfitrión le contestó: "Toma este pedazo de la caña y plántalo en tu casa, y cuando la caña crezca hasta su tamaño natural otra vez, entonces, pero no antes de eso, podrás hablar otra vez".
Cuando el cazador volvió a su casa, no pudo decir una palabra y entonces sembró la caña; y ésta creció, y cuando hubo alcanzado su tamaño normal, el cazador pudo hablar otra vez y contó a todos lo que le había pasado.
El hombre a quien había visitado era el rey de los tapires y por eso le había tratado así.
Fuente: "El Rey de los Tapires". Costa Rica de Ayer y Hoy, Año 10, julio-agosto, 1956, N° 39, p.44.
05 mayo 2010
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